jueves, 14 de enero de 2016

CAPITULO 2

Capitulo 2
Me desperté de un salto, la casa se estremecía, estaba pasando, estaban bombardeando Arce. Era de noche, abrí un poco la cortina de la habitación de mi madre y vi  el cielo teñido de rojo, la ciudad estaba ardiendo. ¿Cuánto tiempo llevaba así? ¿Llegarían hasta casa?  Vivíamos en una colina a las afueras de la ciudad, era la zona residencial más exclusiva, con enormes casas y jardines, a unos  ventajosos  cuarenta minutos del centro. Bajé rápidamente las escaleras y salí a la calle.
Fuera, muchos de los vecinos estaban escandalizados  y asustados, los que aun tenían gasolina alistaban sus autos para huir y los afortunados con coches solares, ya no estaban (era cuestión de tiempo que bombardearan la zona) pero muchos como yo, no tenían ni la más remota idea de qué hacer.
De pie frente a nuestras mansiones, las que un día fueron la envidia de los demás, llenas de sirvientes y arrogancias, mirábamos impotentes la devastación de nuestras vidas, nuestras posiciones sociales ahora no servían de nada. El dinero ya no podía quitar el terror que sentíamos al ver  nuestra ciudad arder, el dinero ya ni siquiera existía.
-¡Ey! ¡Niña! ¡Jussa! –
Conocía esa voz, pero no lograba identificar su procedencia
-¡Hey, Aquí! –
Miré a la derecha y vi a Leonarda venir lo más rápido que podía con una de sus hijas de una mano y un bulto en la otra.
-Jussa, tenemos que irnos, ¡vámonos, apúrate! – gritó mientras se acercaba
Miré  ambos lados esperando encontrar no se qué y dije: tengo que subir por mis cosas.
- No tenemos tiempo para eso ¡PUEDEN VENIR EN CUALQUIER MOMENTO! – vociferó ella
-Sigan, yo las alcanzo – grité mientras corría dentro de casa, podía escuchar el rugir de los aviones que cruzaban sobre nosotros y me aterraba no saber qué pasaría.
-Jussa, ¡vámonos! ¡Solo subí por ti!
Vi como Leonarda negaba con la cabeza, mientras dudada en irse o no, esperando a que apareciese de nuevo por la puerta. Era un riesgo innecesario,  pero tenía tontamente que recoger el único objeto que aun tenía conexión con mi madre.
-Ya que eres tan necia, ¡trae la comida también!- escuché mientras subía las escaleras, me asomé por la ventana y vi a Leonarda comenzar a correr cuesta abajo.
Subí a la habitación y  tomé el collar de esmeraldas de mi madre, me coloqué encima dos mudas de ropa y eché un último vistazo a la habitación tratando de aspirar lo más que pudiera de la vida que dejaba.
En la calle se escuchaba el caos: gritos, confusión y ruidos que no lograba identificar; las ventanas tintinearon ligeramente, era hora de irse, ya no había tiempo y justo cuando me disponía a salir, miré  de reojo una caja plateada dentro del closet, de ella sobresalía el sobre que me dio mi madre, el mismo que contenía las pruebas de que tenía un padre. Sin pensarlo más tomé todo a la vez y lo eché en mi mochila. Bajé las escaleras y eché en una bolsa toda la comida que pude.
 Un estallido me sacudió, había sido cerca, afuera el resplandor de la ciudad en llamas era intenso, era como un amanecer sombrío, como en las películas de terror.
Salí de casa y comencé a correr cuesta abajo hacía la pequeña villa de los empleados, un grupo de casitas modestas y cómodas donde vivían Leonarda y la mayoría del personal que algún momento sirvió en las lujosas mansiones, (o lo que quedaban de ellas). Llegué a  casa de Leonarda, la puerta estaba abierta, grité  su nombre varias veces  pero nadie salió, la villa estaba desierta, entré y en el fondo vi lo que parecería un invernadero lleno de enredaderas y cultivos, salí  a la calle y miré estructuras similares dentro de las demás viviendas que estaban abiertas.
- ahora entiendo porque Leonarda nunca se preocupa por la comida – dije en voz alta. Desde que tuvimos que despedirla por no poder pagarle, era ella la que nos llevaba comida de vez en cuando. Seguí andando entre las casas, era la única forma segura de bajar la colina, por si el ejército del gobierno globalizado, los soldados azules, venían por la carretera.
El ambiente era desolador, casas saqueadas, vacías y oscuras, objetos dejados por todos lados y pequeñas gotas de sangre de cuando en cuando. Comenzaba a sentirme cansada, cargar con la comida y la ropa extra no había sido tan buena idea después de todo, salí de entre las casas y llegué al pequeño bosque  que anunciaba la planicie, no habían personas allí,  y no había rastro de Leonarda, ¿Cómo se supone que iba a encontrarla? Y…
¡prum!-
Un intenso ruido hizo que me llevara las manos a los oídos soltando lo que tenía en ellas. ¿Qué rayos había sido eso? Podía sentir el calor del sol y la luz iluminándome por detrás, ¿Estaba amaneciendo? giré para verlo y en su lugar me encontré con una explosión en forma de árbol, devorando como una ola todo lo que había a su paso: nuestras casas, mi casa, la cima de la colina entera. Lo único que nos quedaba estaba perdido entre las llamas,  cogí las cosas y comencé a correr con fuerza ¿qué sentido tenía arrasar con una zona tan lejana a la ciudad? Seguramente la villa sería la siguiente, y yo estaba muy cerca. 
El cielo comenzaba a tornarse oscuro a causa del humo, pero podía ver que estaba amaneciendo, la detonación había dejado la colina envuelta en nubarrones, desde donde estaba, solo podía ver  fuego por todos lados sin una forma aparente.
 Fuego grande en la colina en la noche almacen de metraje de vídeo
Seguí a caminando, obligándome a no mirar atrás,  no tardé mucho en sentirme cansada y sedienta, solo pensaba en ¡agua! ¡Claro! Eso fue lo único aun más importante que la comida que no traje ¡tonta Leonarda! Su  hambre ansiosa había hecho que me olvidara de lo más importante.
Comencé a avanzar con lentitud, no se había escuchado otra detonación, la villa estaba a salvo por ahora, ¿pero a donde iría? Caminaba sin rumbo, lo único más peligroso que quedarse quieta era avanzar, tenía que buscar a Leonarda, pero ¿luego qué? Ella  seguro iría a San Andrés (a unas 4 horas a pie) a buscar a su hija Celia; con dos hijas y un gran apetito, una tercera boca sería demasiado, pero había regresado por mí.

Había sido tan buena con mi madre y conmigo, que me daba pena que se ocupara también de mí, la pobre huérfana sin familia, mi situación era patética.  En ese punto, yo solo tenía una opción: ir a Cruz del sur y encontrar a mi padre.

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