CAPITULO 1
Capitulo
1
Dejé a mi madre muerta sobre la cama, llevaba tres días agonizando sin nada que pudiera
hacer por ella, en el hospital habían dicho que era mejor que muriera en un
ambiente familiar, que la llevara a casa, pero en realidad necesitaban la cama
para el siguiente paciente. Por estos días, nada era suficiente, el agua, la
comida, el oro, incluso el aire.
Algunos decían que estábamos sufriendo el apocalipsis, no sabía mucho del tema, ni
siquiera tenía el libro de donde había surgido la leyenda; después de la
prohibición solo quedaban algunos trozos sucios dentro de la basura y en la
mente de sus creyentes. En realidad no sabía nada acerca de ello, pero si el
apocalipsis era el fin, entonces era verdad, al menos para mi madre y para mí.
Miré
el rostro de mamá palideciendo
lentamente, sus manos suaves y tibias, ahora estaban tiesas y frías, le cerré
los ojos y alisé su cabello, ¿Qué haría ahora? ¿Qué sería de mí, sin mi madre?
A nadie le importaba una nueva huérfana en la ciudad, todos tenían problemas
más importantes que atender, como sobrevivir. Las calles estaban llenas de
gente herida y hambrienta, la rebelión contra el gobierno globalizado dejaba
más muertes que victorias.
Cada ciudad luchaba por su
independencia, lo que antes habían sido grandes países, civilizados, soberanos
y algunos independientes, ahora eran pequeñas ciudades controladas por un solo
gobierno. Ya no habían fronteras o
países como cuentan en las escuelas que aun existen, ahora todos éramos
ciudadanos del mundo y yo, más específicamente de Ameridian, mi continente.
Levanté un poco el cuerpo inerte de mi
madre para desvestirle y colocar su
mejor ropa, parecería un chiste con ese hermoso vestido holgado, que en un
tiempo llenaba su hermosa figura,
muchas veces quise tener la edad
suficiente para usarlo, ahora desearía nunca haber crecido. ¡Si tan solo
hubiera tenido el aire puro que
sus pulmones necesitaban!
Guardaba todas sus fuerzas para hablar
conmigo, después de tomar la única comida que podíamos e irnos a dormir a un
con luz del día para aguantar el hambre. Eran tiempos difíciles, tan difíciles
que el dinero había perdido su valor y la comida escaseaba. Vivíamos en lujosas
casas con despensas vacías.
-Toc,toc-
El ruido de la puerta me hizo
sobresaltar y derramar el agua con el que limpiaba los labios ensangrentados de
mi madre.
-Jussa ¿estás ahí? –
No contesté, llamaron de nuevo y después
la puerta se abrió, ya sabía quién era, ¿Quién sino? Un rostro redondo y arrugado me sonrió con
ternura al entrar.
-¿Cómo está la Sra. Marila? – dijo
buscando a mi madre sobre la cama, alcanzando a ver solo sus pálidos pies
sobresalir del largo vestido de fiesta, después miró mi rostro inexpresivo y corrió a abrazarme.
Instintivamente me llevó contra su pecho
sin saber que más hacer, y yo que no había derramado ni una sola lágrima, al
sentir ese abrazo maternal rompí en un llanto amargo.
-tranquila niña, tu madre ha dejado de
sufrir, estarás bien – me dijo la regordeta señora Leonarda.
Me ayudó a terminar de arreglar a mi
madre y después se fue con la promesa de regresar con el sacerdote y algo de
comida.
Antes de perder toda lucidez, mamá me
hizo prometer que no le haría ningún funeral, tomó mis manos con fuerza a pesar
de su condición y me obligó a jurar que dejaría Arce antes de un nuevo bombardeo. Cuando llegara el momento,
debía llevarla a la fosa común de la sección y dejarla allí sin ninguna
posesión, tenía que vender todo cuanto
teníamos y usar las monedas para escapar de Arce y llegar a Cruz del
sur, porque allí, como descubrí ese día al leer la carta que mi madre me
entregó, estaba mi padre; eso rompió todo
lo que había creído de mi existencia.
Aun así, no gastaría lo último que
teníamos para ir allí y dejar a madre
sin un funeral decente, ¿Cómo podía hacerlo? Después de todo lo que había
sufrido, de lo que me había amado, era lo único que sí podía hacer por ella y
más que por ella, por mí.
Recogí todo lo de valor incluyendo la ropa de mamá, su collar de piedras y los últimos enseres
domésticos que teníamos, y lo llevé a la
tienda de empeño. Había olor de guerra en al aire, la gente corría por todos
lados llevando provisiones y mascaras de oxígeno. Al final no obtuve mucho oro
por artículos que no eran prioritarios, pero
era lo suficiente para un entierro digno. Si tan solo hubiera sido capaz de
vender su collar de piedras, hubiera tenido casi el dinero suficiente para
hacer ambas cosas.
Cuando llegué a casa, mi madre seguía tendida
sobre la cama, en la mismo posición inerte, en realidad hubiese sido algo extraño
encontrarle de forma diferente, pero el doctor dijo que en algunas ocasiones
los muertos cambian su forma por la descomposición de sus órganos, algo
espeluznante, pero era mi madre y quería estar con ella el mayor tiempo posible.
No mucho después regresó Leonarna
nuestra antigua ama de llaves y detrás de ella el sacerdote. Le pagó y este
hizo sus cosas extrañas, dijo algunas palabras que no entendí, e hizo una señal
en forma de cruz sobre el rostro de ella. Enterramos a mi madre unas horas
después, en la caja más sencilla y en la parte más lejana del memorial; solo
habíamos estado nosotras y el sacerdote, quien me había quitado las últimas
monedas que tenía, pues ir al memorial
no estaba dentro del trato.
Leonarda me dejó en casa con algo de comida
que no toqué, en realidad no tenía hambre, ni ganas de vivir. Solo quería
dormir por un tiempo y despertar junto a mi madre como todos los días. Miré el
sobre que estaba a punto de caer de entre unas cajas, el mismo que me entregó
junto a su confesión acerca de mi padre. Ya no importaba, tal vez al día
siguiente si estuviese viva, podría
pensar en seguir viviendo.
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