martes, 5 de enero de 2016






CAPITULO 1


   

Capitulo 1
    Dejé a mi madre muerta sobre la cama, llevaba  tres días agonizando sin nada que pudiera hacer por ella, en el hospital habían dicho que era mejor que muriera en un ambiente familiar, que la llevara a casa, pero en realidad necesitaban la cama para el siguiente paciente. Por estos días, nada era suficiente, el agua, la comida, el oro, incluso el aire.
   Algunos decían que estábamos sufriendo el  apocalipsis, no sabía mucho del tema, ni siquiera tenía el libro de donde había surgido la leyenda; después de la prohibición solo quedaban algunos trozos sucios dentro de la basura y en la mente de sus creyentes. En realidad no sabía nada acerca de ello, pero si el apocalipsis era el fin, entonces era verdad, al menos para mi madre  y para mí.
 Miré el rostro de mamá  palideciendo lentamente, sus manos suaves y tibias, ahora estaban tiesas y frías, le cerré los ojos y alisé su cabello, ¿Qué haría ahora? ¿Qué sería de mí, sin mi madre? A nadie le importaba una nueva huérfana en la ciudad, todos tenían problemas más importantes que atender, como sobrevivir. Las calles estaban llenas de gente herida y hambrienta, la rebelión contra el gobierno globalizado dejaba más muertes que victorias.
Cada ciudad luchaba por su independencia, lo que antes habían sido grandes países, civilizados, soberanos y algunos independientes, ahora eran pequeñas ciudades controladas por un solo gobierno. Ya no habían  fronteras o países como cuentan en las escuelas que aun existen, ahora todos éramos ciudadanos del mundo y yo, más específicamente de Ameridian, mi continente.
Levanté un poco el cuerpo inerte de mi madre  para desvestirle y colocar su mejor ropa, parecería un chiste con ese hermoso vestido holgado, que en un tiempo llenaba su hermosa figura,  muchas  veces quise tener la edad suficiente para usarlo, ahora desearía nunca haber crecido.  ¡Si tan solo  hubiera tenido  el aire puro que sus pulmones necesitaban!
Guardaba todas sus fuerzas para hablar conmigo, después de tomar la única comida que podíamos e irnos a dormir a un con luz del día para aguantar el hambre. Eran tiempos difíciles, tan difíciles que el dinero había perdido su valor y la comida escaseaba. Vivíamos en lujosas casas con despensas vacías.
-Toc,toc-
El ruido de la puerta me hizo sobresaltar y derramar el agua con el que limpiaba los labios ensangrentados de mi madre.
-Jussa ¿estás ahí? –
No contesté, llamaron de nuevo y después la puerta se abrió, ya sabía quién era, ¿Quién sino?  Un rostro redondo y arrugado me sonrió con ternura al entrar.
-¿Cómo está la Sra. Marila? – dijo buscando a  mi madre sobre la cama,  alcanzando a ver solo sus pálidos pies sobresalir del largo vestido de fiesta, después miró mi rostro  inexpresivo y corrió a abrazarme.
Instintivamente me llevó contra su pecho sin saber que más hacer, y yo que no había derramado ni una sola lágrima, al sentir ese abrazo maternal rompí en un llanto amargo.
-tranquila niña, tu madre ha dejado de sufrir, estarás bien – me dijo la regordeta señora Leonarda.
Me ayudó a terminar de arreglar a mi madre y después se fue con la promesa de regresar con el sacerdote y algo de comida.
Antes de perder toda lucidez, mamá me hizo prometer que no le haría ningún funeral, tomó mis manos con fuerza a pesar de su condición y me obligó a jurar que dejaría Arce antes de un  nuevo bombardeo. Cuando llegara el momento, debía llevarla a la fosa común de la sección y dejarla allí sin ninguna posesión, tenía que vender todo cuanto  teníamos y usar las monedas para escapar de Arce y llegar a Cruz del sur, porque allí, como descubrí ese día al leer la carta que mi madre me entregó,  estaba mi padre; eso rompió todo lo que había creído de mi existencia.
Aun así, no gastaría lo último que teníamos para ir allí y dejar a  madre sin un funeral decente, ¿Cómo podía hacerlo? Después de todo lo que había sufrido, de lo que me había amado, era lo único que sí podía hacer por ella y más que por ella, por mí.
Recogí todo lo de valor  incluyendo la ropa de mamá,  su collar de piedras y los últimos enseres domésticos que teníamos,  y lo llevé a la tienda de empeño. Había olor de guerra en al aire, la gente corría por todos lados llevando provisiones y mascaras de oxígeno. Al final no obtuve mucho oro por artículos que no eran prioritarios,  pero era lo suficiente para un entierro digno. Si tan solo hubiera sido capaz de vender su collar de piedras, hubiera tenido casi el dinero suficiente para hacer ambas cosas.
Cuando llegué a casa, mi madre seguía tendida sobre la cama, en la mismo posición inerte, en realidad hubiese sido algo extraño encontrarle de forma diferente, pero el doctor dijo que en algunas ocasiones los muertos cambian su forma por la descomposición de sus órganos, algo espeluznante, pero era mi madre  y  quería estar con ella el mayor tiempo posible.
No mucho después regresó Leonarna nuestra antigua ama de llaves y detrás de ella el sacerdote. Le pagó y este hizo sus cosas extrañas, dijo algunas palabras que no entendí, e hizo una señal en forma de cruz sobre el rostro de ella. Enterramos a mi madre unas horas después, en la caja más sencilla y en la parte más lejana del memorial; solo habíamos estado nosotras y el sacerdote, quien me había quitado las últimas monedas  que tenía, pues ir al memorial no estaba dentro del trato.
 Leonarda me dejó en casa con algo de comida que no toqué, en realidad no tenía hambre, ni ganas de vivir. Solo quería dormir por un tiempo y despertar junto a mi madre como todos los días. Miré el sobre que estaba a punto de caer de entre unas cajas, el mismo que me entregó junto a su confesión acerca de mi padre. Ya no importaba, tal vez al día siguiente si  estuviese viva, podría pensar en seguir viviendo.



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